No fa gaire vaig escriure que l'afirmació, que segur que heu sentit, segons la qual tots els polítics són iguals significa la victòria final dels corruptes sobre els que no ho són. Durant els darrers anys, un bon grapat de polítics s'han enfrontat a acusacions, imputacions, investigacions, mesures cautelars i, en alguns casos, sentències condemnatòries. Aquests polítics, aparentment derrotats, han aconseguit que bona part de la població cregui que tots els polítics fan les mateixes mangarrufes que ells, i en això hi ha el seu èxit: ells, que menyspreen la democràcia, han aconseguit que aquest menyspreu sigui molt més estès.
Ara, amb la crisi, s'afegeix una altra percepció, que també s'està generalitzant: sobren polítics. N'hi ha massa. La solució als dèficits abissals no passa tant per regular mercats financers, ni per recaptar més, ni tan sols per reformar el mercat laboral: si hem de fer cas de determinades opinions de cafè, la recepta per a la recuperació econòmica és la supressió de consellers, directors generals i assessors. A la condició de corruptes de tots els polítics, hi afegim la de paràsits.
Perquè ningú no es prengui aquest escrit com un manifest de defensa corporativa d'un col·lectiu tan afectat d'imperfecció humana com el dels polítics, escriuré ara que som partidari de multiplicar les mesures anticorrupció (no és el moment de fer la llista), i que, en matèria de supressió de càrrecs, crec fermament que és el moment de fer un esforç important. I d'eliminació de duplicitats, com és natural. La meva prevenció no és tant contra les propostes concretes (que segurament, pel meu gust, es quedaran curtes) com contra el discurs que afirma que els polítics sobren. És possible que hi hagi massa polítics, massa mal polítics en especials, però fer-ne el boc expiatori de totes les crisis del món no acaba de ser la solució de res.
El discurs antipolítica resulta inquietant pel tuf antidemocràtic que desprèn. La major part dels que expliquen que tots els polítics són corruptes s'inclinen, a l'hora de dipositar la papereta a l'urna, pels partits que tenen més corruptes. De manera semblant, la major part dels que estan convençuts que sobren molts de polítics tenen inclinació a deixar-se seduir per personatges que es presenten com a "polítics anti-política" i que sovint dissimulen molt malament la seva tirada a l'autoritarisme.
El descrèdit dels polítics és terreny adobat per al populisme: per als carismàtics, per als que es presenten amb l'aval d'una saviesa tècnica més enllà de la confrontació de programes polítics, per als discursos buits, per a l'exacerbació d'un sentiment d'identitat basat en el rebuig als que vénen de fora, per als que proclamen l'autoritat pura i dura com a única solució possible al desordre. A Berlusconi, la separació de poders li sembla un entrebanc inacceptable per governar bé: li sobren els polítics. És famosa la frase del Caudillo: "Faci com jo, no es fiqui en política". També li sobraven els polítics.
JOSÉ FCO. CONRADO DE VILLALONGA Estoy muy preocupado por este país, al que algunos llaman España y otros "el Estado". Yo personalmente prefiero seguir llamándole España. Los fenicios la llamaron Hispania, y posteriormente los romanos utilizaron el mismo término para sus tres provincias, Ulterior, Citerior y Lusitana. Fue Fernando "el Católico" quien, con visión inteligente, pensó en un Estado moderno y decidió unir bajo la Corona los reinos que tanto él como Isabel habían heredado y los llamó España.
Y digo que estoy preocupado porque no salimos del atolladero en el que nos han metido. Sufrimos la peor crisis económica que hemos vivido en los últimos años. Hasta ahora sabíamos que las empresas podían quebrar, incluso las grandes empresas, sabíamos que algunos bancos podían pasar dificultades y a esto sabíamos cómo aplicar soluciones. Hoy nos enteramos, que también los estados pueden quebrar, esto es nuevo y no tenemos experiencia en cómo resolverlo. Bueno no sé si tan nuevo, en una ocasión leí que el Imperio Romano había desaparecido, –acabó siendo un "imperio fallido"–, no por la presión de los pueblos bárbaros ni por su sistema administrativo, que era casi perfecto, sino por la corrupción y la inflación. Entonces no se hablaba de inflación, se desconocía el concepto, pero sí existían los problemas causantes de la misma, el despilfarro y la excesiva dependencia de las arcas del Imperio y por supuesto la corrupción. Julio César, en una memorable intervención en el Senado, puso en evidencia ambos problemas.
En esta España actual, que ha progresado espectacularmente en democracia y libertad, hemos despilfarrado, los ciudadanos y las administraciones. En el caso de los ciudadanos, es su problema, en el caso de las administraciones es un problema de todos. El Gobierno de Zapatero no se enteraba de que llegaba una crisis profunda, que iba a afectar a todo el entramado económico, incluso a la estructura del Estado. Siempre hay un límite a los excesos. No se pueden regalar 400 euros a todos, no se puede primar la natalidad con 2.500 euros por niño, cuando además los españoles no procrean o procrean poco, no se puede mantener a más de cuatro millones de parados, (a veces no tan parados…), no se puede mantener una sanidad gratuita para todos, sean de donde sean, no se pueden mantener tantos y tantos funcionarios, –más de 3.500.000–, no se pueden sostener partidos políticos, sindicatos, cargos públicos, miles de asesores, y demás enchufados que ni tan siquiera van por sus oficinas. Todos viviendo a costa del presupuesto, ¡pero qué es esto!, esto es una juerga muy cara.
¿Y cómo arreglamos ahora el desaguisado? Sólo lo reconocemos cuando nos lo dicen desde Bruselas o desde la Casa Blanca, ¡Penoso! El Gobierno, advertido muy seriamente por organismos internacionales, ha dado ya un "zapatazo" y va a dar alguno más. ¿Pero hacia dónde? Hacia un camino peligroso. Aumentar la presión fiscal, (IRPF, IVA y Patrimonio, –impuesto populista, con más inconvenientes que ventajas–). No tener en cuenta los efectos negativos de estas medidas, reducción del consumo, temor a nuevas inversiones, huida de capitales… es a mi juicio un error, un grave error. Lo aconsejable y efectivo es reducir el gasto. Ciertamente hay que hacer reformas estructurales en serio para ser competitivos, debemos reducir el déficit, hay que ahorrar. Entonces gastemos menos en temas superfluos, en representación, en festejos callejeros, en empleados redundantes, en viajes inútiles. Dejemos de despilfarrar. No mortifiquemos al "personal" (sic), a los pensionistas, ¡pobres! ¿qué culpa tienen? No desincentivemos el consumo, no ahuyentemos a quienes crean riqueza, a quienes invierten o pueden invertir, a quienes crean puestos de trabajo, a quienes están en el lado de economía productiva. Lo que necesitamos es un control férreo del gasto y ajustar los presupuestos en este sentido, necesitamos ya la reforma laboral. Si se hiciese así, incluso me atrevo a decir que se podrían bajar los impuestos para reactivar nuestra maltrecha situación.
Dicho lo dicho, sería bueno que todos hiciéramos un esfuerzo, que se realicen las tareas pendientes para salir de la situación actual. España puede y debe ser una economía moderna, competitiva, y eficaz. Tal vez esta crisis puede ser una oportunidad para empezar a hacer las cosas bien, con responsabilidad y dar el paso adelante para salir de la encrucijada.