De Terminator a Josemari

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Ana, cariño, los cachas aún no lo hemos dicho todo en política. El triunfo de Schwarzenegger, o como se llame, en California me lo confirma. La ciudadanía actual reclama triunfadores. Y triunfa quien arrolla, esto está claro. Se acabó la época de los filósofos, a excepción de Fernandito Savater, por supuesto. Pero, claro, cuando Fernandito cocea a los nacionalistas, ríete tú del chut de Campanal. Ahí, en la coz, radica la vigencia de su más recio mensaje humanístico. Y de su modernidad. Las cosas claras, Ana: ¿nuestro Ortega, un tal Russell del Reino Unido...? No son más que nada con bolas de alcanfor. Más concretamente: carrozas del ayer que hay que aparcar en algún estante de la biblioteca. Para pico, el de los periquitos. Mira lo que te digo: con una dosis de Terminator el mundo goza de buena salud. Además ¿a qué vamos a discutir? La masa escucha y decide. ¿Terminator for President? Bravo, oh, yes. ¿Josemari Aznar sustituto de Kofi Annan? Bien, no me opondré. Hágase la voluntad del pueblo, pues en ella radica la democracia. ¿Que habrá malestar entre algunos gobiernos burgueses, etcétera, etcétera? Bueno, pues que se enumere la lista de méritos de cada candidato y vamos a echar las cuentas. Entre los gobernantes occidentales ¿quién, sino yo, tiene un caballo? Ahí, en el caballo, radica la diferencia entre el estadista y el caudillo. Y el caudillo soy yo. Desde don Carlos Primero ningún español ha estado en disposición de cruzar Europa a caballo. Lo que oyes, Ana. No: Rosario la Cortijera iba en carro y no se salió de Jaén a Linares. Únicamente el Emperador Carlos y yo: un Austria y uno de Quintanilla y pare usted de contar. Así de sencillo. Ahora urge hablar de lo de las espinacas con la cocinera. Ya sabes, espinacas en el desayuno, espinacas en el almuerzo y espinacas en la cena. Que no, Ana, que no me pondré como Popeye, pero sí como Terminator. Esta mañana me he contemplado en el espejo y, no creas, yo ando más estilizado, más en torero que él, pero últimamente estoy ensanchando pecho. Los entrenamientos en la Casa de Campo me han dado mucho fuelle. Y mi predisposición a la enseñanza ha sido clave, faltaría más. Ten en cuenta que tanto en el capítulo «Asalto a la trinchera enemiga en dos brincos y una cabriola», como en el titulado «Acoso y derribo del enemigo en cobarde y despavorida huida hacia el bosque de sauces», he obtenido un excelente cum laude. ¿Por algo será, no...? Y no creas que el laudate esté al alcance de cualquiera, que ya quisiera yo ver a Mariano saltando matorrales. Te lo confieso, Ana: me preocupa su falta de empuje bélico. El otro día, estando en el despacho, le escenifiqué el «Asalto a punta de espada de la casa del corregidor don Pablos para salvar el honor de una dama haciendo oración en su alcoba», y aún no había desenvainado y ya se me escapaba a tomar café. O sea, que a ése yo no le aflojo las bridas ni en diez años. Recuérdamelo, Ana: a Mariano hay que clavarle las espuelas para que haga una carrera digna. En caso contrario, se nos pierde él y nos pierde a España. En cambio, quien está inconmensurable es el camarada Cuevas. Ya ves, para él no pasan los años. Ahí está: mismamente donde estaba cuando mandaba don Francisco. Es una gozada escucharle, tan recio, tan en plan Girón de Velasco. Y, desde luego, en lo de suprimir la autonomía a los de Arzalluz tiene más razón que un santo. Yo ya lo había pensado, que conste. En realidad lo vengo pensando desde el vientre de mi santa madre. Y tengo preparada la estrategia. Nos bastamos Rouco y yo. La cruz y la espada: será la leche. Entramos en el País Vasco codo con codo, y en un visto y no visto nos sentamos a platicar bajo el árbol de Guernica. Le había ofrecido a Yordi la oportunidad de responsabilizarse de la intendencia. Ya sabes, un bocata chorizo para cada uno y unas cervecillas de tarde en tarde. Era una manera heroica de expiar sus culpas, que son muchas, Ana. Te lo digo yo, que son muchas... Sin embargo, ya ves, me viene con el cuento de que se había comprometido con los Xiquets de Valls para intentar encaramarse a una torre de vuit amb folre o algo parecido. Ya me dirás, con lo fácil que es subirse al tejado por la escalera. Pero a estos catalanes no hay quien les saque de su media docena de tradiciones: que si la Morenilla, que si Pablo Casals... Afortunadamente, al enterarse de los problemas de avituallamiento, Zapatero se ha ofrecido para hacernos de chico de los recados entre el frente y la retaguardia. Así que cuando venga a casa a por los bocadillos no te olvides de la propina. A Josete hay que mimarlo porque es recuperable. Este chaval, con dos lecturas de Onésimo y un cursillo en Silos se me enciende en espiritualidad y le meto yo de jefe de los Balillas. No es un lince como nuestro Alejandrito, que éste va para Presidente de Consejo de Administración en Vespa. Pero tiene madera para ser algo en la vida, te lo garantizo. Y ya sabes, Ana, que lo que digo va a misa. Amparándose en la excusa de que su amada España necesitaba un brazo invicto, Dios no me concedió la condición humana del error. Al menos tu y yo lo vemos así.